martes, 21 de febrero de 2017

Gabriel Noguera



No podría asegurarlo ante un tribunal, y menos en la España de hoy en día, en la que te meten en la cárcel por cualquier declaración que no agrade a la autoridad competente, pero creo que me enseñó a leer mi madre, lo que tiene ventajas y desventajas. Las ventajas son evidentes: aprendes cómodamente en casita, sin necesidad siquiera de quitarte el pijama, en un entorno cálido y familiar. Una desventaja importante es que aprendes aislado del mundo. Si uno pudiera aprender a leer en la calle, socializando con otros niños… Desde aquí lanzo un llamamiento a la comunidad educativa para que se estudie esta posibilidad.
 
Me gustaría decir que esta precocidad en la lectura se debió a un rasgo de genialidad por mi parte, pero no sólo el presente desmiente esta teoría, sino que en realidad sospecho que todo era una estratagema de mi madre para neutralizarme, pues un niño lector es un niño tranquilo. No es lo mismo tener a tus retoños brincando y montando follones por todas las habitaciones que sentados en el sofá y sumergidos en la lectura.
 
Ah, todo parecía sencillo en aquella España postfranquista y ochentera. Estábamos llenos de ingenuidad, en parte porque éramos niños, supongo. Recuerdo que en preescolar me sentaron junto a una niña (muy guapa, por cierto) y nos pusieron ejercicios de caligrafía. Mi ejercicio era redactar una y otra vez mi nombre, mientras que ella tenía que escribir «aaaaaaaaaaaaa». Yo pensé: qué nombre tan raro tiene. 
 
La lectura me ha brindado múltiples satisfacciones al mismo tiempo que me distanciaba de la realidad, de mis semejantes y, sobre todo, de la práctica habitual del sexo, sólo que antes de la pubertad no era consciente de estar cavando mi propia tumba. El futuro no estaba en la palabra escrita, sino en los deportes y en tocar algún instrumento musical. Aprovecho esta oportunidad para aconsejar a los padres que piensen en la felicidad venidera de sus hijos y los apunten a clases de fútbol y piano. A ser posible, no simultáneas.


Gabriel Noguera
Escritor secreto, tercermundista y sentimental.




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