Me vienen recuerdos muy vagos sobre mis primeros años escolares. Un uniforme negro con un cuello blanco, duro y bastante molesto que yo me quitaba y mi madre se empeñaba en colocarme de nuevo. Toda esta lucha merecía la pena porque cuando me dejaban en clase, veía los ojos verdes y tiernos de mi señorita Encarnita que, con mucho mimo, me acariciaba el pelo y me llevaba hasta mi silla. La evoco y me siento bien. Era una chica joven, de piel morena, pelo muy negro y unos grandes y verdes ojos en los que yo me cobijaba del susto que me daban aquellas señoras grandes y serias que portaban en sus cabezas una especie de sombreros blancos y muy tiesos con unas alas, que a mí se me antojaban las alas de un avión: las monjas.
Creo que fue la señorita Encarnita la que me enseñó a leer porque me recuerdo leyendo una cartilla, que ella sostenía en sus manos, en la que yo leía las sílabas inversas: al, el, ... Por cierto, me confundía y ello me angustiaba mucho (al recordar estos detalles, me doy cuenta de lo exigente que he sido siempre conmigo misma).
Una vez que descubrí la lectura, no hubo quien me detuviera. Iba con mi madre por la calle leyendo todos los letreros que se me ponían por delante. Otra cosa que recuerdo es que me gustaba ponerme enferma porque mi padre me compraba cuentos para que no me aburriera y permaneciera en la cama como me indicaba el médico. El sábado era el mejor día de la semana ya que mi padre nos traía unos cuentos de tamaño muy pequeño, parecidos a los de Calleja, pero no tengo ni idea de dónde salían. Me encantaba leerlos.
Creo que fue la señorita Encarnita la que me enseñó a leer porque me recuerdo leyendo una cartilla, que ella sostenía en sus manos, en la que yo leía las sílabas inversas: al, el, ... Por cierto, me confundía y ello me angustiaba mucho (al recordar estos detalles, me doy cuenta de lo exigente que he sido siempre conmigo misma).
Una vez que descubrí la lectura, no hubo quien me detuviera. Iba con mi madre por la calle leyendo todos los letreros que se me ponían por delante. Otra cosa que recuerdo es que me gustaba ponerme enferma porque mi padre me compraba cuentos para que no me aburriera y permaneciera en la cama como me indicaba el médico. El sábado era el mejor día de la semana ya que mi padre nos traía unos cuentos de tamaño muy pequeño, parecidos a los de Calleja, pero no tengo ni idea de dónde salían. Me encantaba leerlos.
La lectura para mí ha sido una actividad muy importante y placentera a lo largo de mi vida y, quizás, también, un refugio. El primer libro que leí, después de todos aquellos cuentos, fue El diario de Ana Frank (lo conseguimos juntando los puntos "valispar" que daban por comprar en los almacenes); después llegó a mis manos Edad prohibida y cientos de libros más. Me gusta la historia novelada y la poesía, pero leo todo lo que cae en mis manos si la sinopsis me resulta interesante.
Pienso que un buen libro hace grande a la persona que lo lee. No entendería mi vida sin un libro.
Desde este blog de Mayti quiero dar las gracias a todas aquellas personas que me hicieron descubrir el maravilloso mundo de la lectura y, también, a aquellas que escriben y comparten con nosotros sus creaciones.
Pienso que un buen libro hace grande a la persona que lo lee. No entendería mi vida sin un libro.
Desde este blog de Mayti quiero dar las gracias a todas aquellas personas que me hicieron descubrir el maravilloso mundo de la lectura y, también, a aquellas que escriben y comparten con nosotros sus creaciones.
¡Ah!, igualmente agradezco a aquellos doctores y doctoras que me dan cita y me hacen esperar en sus consultas muchísimo tiempo porque lo aprovecho para leer un libro.
Esperanza Rubio Frías
Maestra de Primaria
Esperanza Rubio Frías
Maestra de Primaria
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