Recuerdo
las mañanas de sábado, cuando esperaba ansioso la paga del abuelo y de
mis padres para salir corriendo a la librería y comprarme otro libro de
Los Cinco o Los Siete Secretos, de Enid Blyton. Yo tendría nueve años y
esa era mi mayor ilusión material. No quería el dinero para otra cosa
que no fueran libros y más libros. La lectura era algo imprescindible en
mi vida, me llenaba más que cualquier otra cosa. Por aquella época
también estaba haciendo un coleccionable, Los Jóvenes Castores, libros
muy divertidos y didácticos que iba colocando en una pequeña librería
roja de plástico que venía por piezas en las primeras entregas.
Otras
lecturas iniciáticas posteriores fueron algunos libros clásicos
juveniles como obras de Salgari o Verne; varios de la colección de Anaya
Tus Libros -que aún conservo-: El Misterio del Cuarto Amarillo
(Leroux), Cuentos de La Selva (Quiroga), Las Minas del Rey Salomón
(Haggard), El Mundo Perdido (Doyle), o La Quimera del Oro (London);
Astérix o Tintín -cómics que me dejaba mi tío Rafa-, Tom Sawyer y
Huckelberry Finn, Ivanhoe y Crusoe, Oliver Twist…
Pero
el libro que me inició en la lectura “adulta” me lo recomendó una amiga
de la familia cuando yo tenía diez u once años: Flores en el Ático, de
V. C. Andrews; este libro trastocó por completo mi pequeño mundo
literario de fantasías y finales felices, y me adentré en las historias
reales y duras, quizá demasiado joven -aún recuerdo el impacto que me
causó-, pero así fue. Poco a poco fueron llegando a mi juventud autores
como Tolkien o King, y seguí disfrutando de una de mis mayores
aficiones, quizá a la par que la música. Cuando llegó la adolescencia me
adentré en la literatura independiente, rebelde: generación beat
(Kerouac, Ginsberg, Burroughs), Bukowski, Toyle, Fante; también descubrí
a Javier Marías, Borges, Chejov, y tantos otros que aún leo y releo
porque ya forman parte de mí, necesarios como el respirar.
Puedo
decir que he vivido siempre entre libros y discos, un poco en mi mundo
paralelo, ese que tantas veces me ha sacado de la realidad para hacerme
soñar y pensar por mí mismo antes de volver a poner los pies en el
suelo. Nada me ha sido más útil en la vida que la lectura y la música,
sin ellas no habría logrado entender y sobrevivir en este mundo
paradójico. Ampliemos horizontes mentales, no dejemos nunca de viajar
entre letras.
Micky (@poemios)
Poeta.
Micky (@poemios)
Poeta.
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