Siempre que termino de leer un libro que me gusta, que me hace perder la noción del tiempo de lectura, como hoy, pienso lo mismo: qué lujo saber leer. Qué lujo que me enseñaran además el amor por la lectura. Porque no siempre se da; a veces, muchas, se enseña a leer pero no se enseña ese amor por los libros. Y yo no creo que valgan campañas, de colegios, ni nada de eso; creo que es un modo de vida que te incorporan de pequeño en casa. Yo no recuerdo no estar rodeada de libros, de recitados, de gente que me leía antes de aprender, de historias. Vivir, crecer así es un privilegio. Siempre recuerdo el portal de la casa del pueblo, la silla de mi tío Pepe, y una caja. Cerrada. Yo, con tres años. En otra silla. Mi pregunta habitual con él: “ ¿qué me vas a enseñar?”… Porque mi tío Pepe era un Maestro, aunque no fuera maestro. Era médico. Y me enseñaba, todos los días.
Y aquel día me dijo unas palabras que no se me olvidan: “ Te voy a enseñar un juego mágico que te abrirá las puertas del mundo”. Y cuando le pregunté, “ y ¿cómo se llama el juego?”, me respondió : “ Se llama Leer”.
La caja cerrada –hablo de 1963- contenía unos bloques cuadrados. 28 bloques cuadrados. Mi tío me dijo que cada cuadrado era una letra y tenía un sonido. Y empezamos. Con las vocales, “a” “ como si te sorprendieras”, “e” como cuando llamas a alguien para que venga”, “i” como si lloraras bajito” “o” como si te asustaras”, “u”, como si quisieras asustar a alguien”. La A dos palitos hacia ti y un palito de mano a mano”, la “E” Un palito hacia ti, dos palitos hacia la mano mala y uno en medio” ( yo soy zurda), la “I” Un palito solito” la O” “como la pelota, redonda”, y la U” Como la O pero sin cerrar”.
A base de sonidos e imaginación, aquel mes de julio veraniego de 1963 fui aprendiendo. Una tarde de aquellas, en las que ya dominaba el abecedario me dijo; “bueno, ahora la prueba final. Pon una palabra”. Yo puse muy despacio una palabra. “Léela”.“Mamá”. Entonces se sonrió y me dijo: “Ya sabes leer, pero vamos a hacer otra prueba”. Sacó un pequeño paquete. Lo desenvolví. Era un libro de cuentos. “Lee el título”, me dijo.Y yo, muy despacio fui leyendo, asombrada, casi asustada, entusiasmada luego, de corrido y alborotándome: “Rubito, el gatito abandonado. Érase una vez un gatito muy pequeño al que abandonaron en un bosque…” -Para, para- me dijo riéndose y cogiéndome las manos. Me paré y me miró. “Ahora sí, ahora es verdad, ahora YA SABES LEER”. Y yo salí corriendo por toda la casa, armando una escandalera que alborotó a todo el mundo, gritando con mi libro de cuentos abrazado: “ Mamá, papá, ya sé leer”…
Había aprendido un juego mágico que me iba a abrir todas las puertas del mundo, iban a ser mías todas las historias, todos los países, todas las aventuras. Para siempre. Y nunca más, mientras hubiera libros, me importaría estar horas y horas en la cama…
Siempre que acabo un buen libro, como hoy, me acuerdo de esto, y quería compartirlo con vosotros.
Alena Collar
Escritora y crítica literaria.
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