Me resulta imposible
olvidar como y cuando aprendí a leer y a escribir. Toda mi vida ha
estado marcada por esos momentos.
Nací en el seno de una familia marginal, en cuanto al trayecto de
vida. Mis padres vivían y trabajaban en Marruecos. Durante mi
infancia residíamos en las montañas Rifeñas, sin posibilidad de
acudir a ningún colegio. Para mi seguridad, me enviaban muy a menudo
a España, con los abuelos. Mi abuela era pintora y cantante de ópera
y mi abuelo un hombre de negocios liberal, abierto y demasiado
moderno para la época. En aquella casa se dedicaba mucho tiempo a
las artes, a las reuniones con artistas de todas clases y a la
lectura. Para mis abuelos la escuela era perturbadora para los niños,
así que, aquí, tampoco tuve la posibilidad de canturrear las
sílabas con otros niños. Ni de unir las consonantes y las vocales
para formar palabras, sirviéndome de las sugestivas imágenes de los
libros de texto.
Aprendí
a leer con el Quijote. Sí, con el Quijote. Cuando fui capaz de unir
las letras y de comprender las frases, pasé a todo tipo de
literatura clásica y menos clásica que ocupaba la biblioteca. Ahora
puedo decir que aprendí realmente a leer. Después de cada párrafo
leído, se comentaba el contenido y poco a poco, mi pasión por la
lectura dejó paso a la pasión por la escritura.
María Luisa Huertas
Escritora.
María Luisa Huertas
Escritora.
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